Las sociedades humanas, desde tiempos inmemorables, estuvieron vinculadas conla naturaleza y con una dinámica productiva que se estableció en torno de los recursosnaturales. Esto se vio claramente a partir de la invención de la agricultura y ladomesticación de animales hace 10 mil años; actividades que integraban al hombrecon la naturaleza en una relación en la que éste, si bien incidía en el proceso productivo,se adaptaba plenamente a su entorno respetando la capacidad de producción yreproducción de las plantas, los animales y el medio ambiente. Tanto los alimentoscomo la ropa que el hombre “producía” (superada la etapa de recolección propiamentedicha) eran y siguen siendo productos de la naturaleza. A esto se suman losmateriales utilizados en la construcción de edificios de todo tipo, los instrumentosde producción y los combustibles usados para resguardarse del frío (madera). Apartir de la Modernidad,laRevolución Industrial y particularmente con la intensificacióndel capitalismo en el siglo XX, esas necesidades fueron extendiéndoseen términos cuantitativos y geográficos: surgieron otras fuentes energéticas, nuevasformas de producir ropa y alimentos, y la búsqueda de minerales y materiales quepudieran ser utilizados, tanto como fuentes energéticas (carbón y luego petróleo)como para otros usos (la gama de materiales utilizados en los procesos de industrialización).Todos estos materiales fueron insumos de formas productivas que muchasveces tenían como sustento relaciones sociales regresivas en términos laborales (esclavitud,servidumbre) como también efectos negativos sobre el medio ambiente (Grigg, 1977; Diamont, 2006; Van Bath, 1974; Altieri, 2009)